Nos enseñaron a beber el gris.
Se levantaron edificios. Algunos, muy altos. El asfalto trajo los coches, las personas. Mujeres y hombres que trabajaban duro vivían en pisos con ventanas con vistas a otros edificios, a más ventanas. Llegaron las tiendas, los colegios, los supermercados. Televisiones, teléfonos, tuberías, las vías del tren, los polígonos industriales, los depósitos de gasolina: la ciudad crecía por Carretera de Cádiz y Cruz de Humilladero, el hogar de cientos de familias, de miles de habitantes. A espaldas del mar, no había aire para los pájaros ni tierra para los árboles y por eso aprendimos a olvidar los colores, a beber el gris.
Un día, los depósitos gigantes de gasolina se fueron. Quedó un terreno enorme, vacío. Alguien hizo una propuesta: construir más edificios, más altos, más hormigón, más gris. Querían poner algunos árboles de excusa, dos columpios y un tobogán. Los toboganes quedan preciosos en las maquetas a escala. Un proyecto de revitalización de una zona degradada. Qué bonito.
Ocurre que en los barrios vivimos personas que pensamos y sentimos. También tenemos el hábito de respirar, la necesidad de pasear, el gusto por escuchar los cantos de los pájaros. No vemos en los terrenos una oportunidad de edificar sino de plantar árboles, muchos árboles, que no nos impiden ver un bosque. Un bosque urbano en el corazón de la ciudad.
El bosque urbano de Málaga. Donde antes hubo cisternas, bidones y conductos, plantar árboles. Pasar de los hidrocarburos a la fotosíntesis, tan difícil como maravilloso: no hablar tanto de la ciudad del paraíso y hacer el paraíso en la ciudad. Cuántos versos le dedicaría Aleixandre, cuántos cuadros pintaría Picasso, qué reflexiones haría María Zambrano por sus caminos y sendas. Cuántos niños y niñas serían felices.
El bosque urbano de Málaga, un homenaje a los hombres y las mujeres que hicieron de los barrios sus hogares. Una esperanza para quienes viven en ellos, un regalo para quienes vendrán.
Por todo ello, las personas que firmamos este manifiesto apoyamos la creación de un bosque urbano en los antiguos terrenos de Repsol, en Málaga, con los siguientes puntos básicos:
- Extensión de 177.000 metros cuadrados de espacio forestal en el área comprendida entre la calle Bodegueros, la avenida de Juan XXIII, la avenida de Europa y las calles Sillita de la Reina y Gallo.
- Elección de especies vegetales autóctonas mediterráneas: algarrobos, encinas, olivos, pinos carrascos, arbustos propios de la zona, etc.
- Mínima presencia arquitectónica: la imprescindible para facilitar el tránsito de las personas (bancos, fuentes, papeleras, iluminación) y mimetizada lo más posible con los elementos naturales del bosque urbano. Uso de materiales ecológicos: madera y piedra, fundamentalmente.
- Reserva de espacios que propicien una óptima red social, tales como huertos urbanos o áreas destinadas a especies frutales.
- Caminos y sendas de tierra compacta para viandantes y ciclistas.
Porque está en nuestras manos hacerlo realidad. Porque queremos un espacio público de plantas, animales, risas y vida. Para todas las personas, para siempre.
Para que el único gris sea el de la lluvia que nos vuelva a traer los colores.
Málaga, primavera de 2016.
(Texto escrito por
Augusto López, Ana Ferrer y Javier López,
ilustración de Sandra Carmona).
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